Blog Ríe Infancia

El Hada mágica nos contó que tiene uno de los secretos para transformar el mundo, construyendo el sueño de caminar territorios en paz, donde el conflicto se enfrente sin violencia, la diferencia se respete, las posibilidades de alcanzar las metas sean igual para todas las personas, los niños y las niñas puedan correr sin temor en las calles, donde vivamos en armonía con nosotros mismos, con las personas que nos rodean y la morada que habitamos. Un lugar donde la risa de la infancia nos contagie, su lenguaje mágico nos enseñe y su capacidad exploradora nos motive; un mundo que cuide el aire que respira, la tierra que camina, la comida que siembra, el agua que bebe y las especies con las que habita.

El Hada compartió su secreto llevándonos a tiempos no tan lejanos, donde mujeres y hombres de diferentes partes del mundo y con distintos oficios han comprobado, a través de la pregunta, la observación y la investigación, la importancia de los primeros años de vida en la transformación personal y social. Recordó cómo fue evidente que desde la germinación de la semillita se están consolidado las bases de los nuevos ciudadanos del espacio llamado tierra.

El Hada de capa azul y ojos brillantes sacó un hilo de su mochila verde y comenzó a tejer un piso mágico; con cada puntada nos recordó que el cerebro humano inicia de esa forma a establecer circuitos sencillos que son la base para tareas más exigentes. “Así como todo en la vida, las actividades complejas se basan en lo simple” dijo el Hada y no en cualquier simplicidad, requieren de una base firme, sólida y estructurada para poder sostenerse.

Cada puntada representa una experiencia en la gestación y en los primeros años de vida, las cuales son las bases de la forma en que los niños y las niñas resuelven sus problemas, aprenden, se interesan por el mundo, se relacionan con los otros, se apropian de su cuerpo, expresan sus emociones y se comportan. Por esta razón, las puntadas que no se dan al inicio, será muy difícil construirlas luego. La firmeza del tejido depende del tipo de relaciones que las personas cercanas a los bebés establezcan con ellos, “esto se llama vínculo” repetía el Hada.

Quienes escuchaban al Hada, mostraron sorpresa frente a esa palabra. Ella con su sonrisa luminosa comentó “el vínculo agrupa las formas en que respondemos a las necesidades de los niños y las niñas. Como en un juego de balones, la calidad de la interacción depende de la forma en que recibimos y mandamos la pelota: para que el juego sea entretenido debe ser recíproco, receptivo, constante, previsible, apropiado, que reconozca las particularidades y características de los jugadores“.

La intervención del Hada continuó: “las relaciones también se construyen en el idioma que entendemos y cuando les hablo del idioma no estoy pensando en el castellano, hago referencia a la forma en que nos comunicamos y nos expresamos. De eso nos falta por aprender, pues solemos restringir el lenguaje de los niños y las niñas a la palabra, olvidando que tienen diferentes formas de expresarse; intentamos de manera precipitada sumergir a la infancia en un mundo adulto, perdiendo el privilegio de retornar a las miradas exploradoras, al interés continuo, a la pregunta presente, a las diferentes formas de ver y hacer la cosas, a la belleza de lo simple, al movimiento libre, al no tiempo, a los ojos de sorpresa, al descubrimiento de nuestro entorno y a disfrutar el instante”.

El Hada observó una mirada de nostalgia en sus oyentes; una nostalgia que añoraba construir ese camino. Entonces intentó enviar un mensaje alentador donde nos recordaba que el instrumento más sencillo pero exigente y poderoso para recuperar esa mirada era el juego; no un juego preestablecido e impuesto, sino un juego que nos invite a crear personajes, inventar nuevas historias, asumir roles, cambiar nuestras voces, aprovechar lo cotidiano, construir escenarios mágicos, ponernos las gafas de la imaginación, activar todos nuestros sentidos, un juego sensible a las señales del bebé, ser aprendices de los nuevos extranjeros que llegan a esta tierra para descubrir diferentes saberes, que llegan equipados para ser mujeres y hombres felices, independientes, responsables, comprometidos, apasionados, soñadores, creadores, éticos, plenos… Pero que sabiendo que su equipaje puede ser olvidado o robado.

Así el Hada extendió sus alas, dio un pequeño salto y giró para volar hacia las nubes. Pero antes de partir, miró cariñosamente a las personas que atentamente la escuchaban y les susurró “les dije que el juego era un instrumento sencillo pero desafiante porque nos reta como cuidadores a cuestionar nuestra historia, nuestras dudas, las expectativas que tenemos frente a la crianza, las prioridades que asumimos, es decir, nos confronta y moviliza a ser mejor cada día”.

El Hada desapareció en medio de las nubes iluminadas por el reflejo de un sol naranja que se ocultaba en medio de las montañas.

 

Otros Artículos del Blog