El desarrollo infantil: ¿En confinamiento?

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Durante la gestación se inicia la construcción de las bases para el funcionamiento cerebral, empezando por circuitos simples que se van convirtiendo en tareas más complejas. Es decir, que las actividades con mayor exigencia se basan necesariamente en funciones más simples que se consolidan en los primeros años de vida.

Por ejemplo, el ser empático (reconocer las emociones del otro y ponerse en su lugar), que es una actividad compleja, se basa en principios sencillos del desarrollo emocional como atender el llanto del bebé, responder sus gestos (sonrisas, balbuceos) y en general, establecer una relación de reciprocidad entre el cuidador y los bebés.

El mensaje es claro: la consolidación de una base sólida en los primeros años de vida brinda una gran posibilidad de obtener habilidades favorables en el presente y el futuro; por el contrario, unos cimientos débiles pueden reflejarse en dificultades posteriores. Esto aplica para los aspectos:

  • Físicos que se relacionan con la salud de los niños y niñas.
  • Cognoscitivos que tienen que ver con procesos de aprendizaje.
  • Emocionales que se enmarcan en el desarrollo personal, la autoestima y el auto reconocimiento.
  • Sociales que se reflejan en la relación que establecemos con los otros y el entorno.

Bajo esta perspectiva, existen algunos riesgos que pueden alterar el desarrollo, tales como el estrés tóxico (violencia intrafamiliar, abuso sexual, golpes, conflicto armado), los ambientes pobres en experiencias sensoriales, el establecimiento de vínculos inadecuados y cuidadores negligentes, entre otros. De acuerdo a las evidencias, estas alteraciones tienen consecuencias que difícilmente se corrigen y son perdurables en el largo plazo.

En este sentido, desde hace varios días me estoy cuestionamiento: ¿será el confinamiento una fuente de estrés tóxico para la primera infancia? Dicha reflexión me llevó a consultar, observar, escuchar y explorar diferentes fuentes de información. Encontré evidencias con sustento académico de 5 signos de alerta que pueden asociar el confinamiento con una fuente de estrés tóxico:

  1. Ansiedad: Autoridades, fuentes periodísticas y profesionales manifiestan que 1 de cada 3 niños(as) y jóvenes han presentado cuadros de ansiedad debido al confinamiento.
  2. Restricción para los espacios de socialización: Una de las mayores oportunidades de aprendizaje y desarrollo de los niños y niñas se presenta en la interacción con sus pares, con sus amigos de jardín o con los niños que se encuentran en el parque. Esos espacios están restringidos y debemos suplir esas necesidades de manera urgente.
  3. Aumento en los casos de Violencia Intrafamiliar: El confinamiento agudizó las distintas formas de violencia en casa, en especial contra las mujeres, niños y niñas. No es una situación nueva, al contrario es una realidad de muchas familias colombianas pero se ha aumentado por la cuarentena y el aumento de los tiempos de permanencia en casa.
  4. Detener o poner en pausa su desarrollo: Muchos niños y niñas perdieron espacios que estimulaban su aprendizaje, exploración y descubrimiento, los cuales no están siendo debidamente reemplazados en casa.
  5. Pérdida del entorno protector: Para muchos niños y niñas, los jardines y colegios eran su mayor entorno protector, los únicos espacios donde no eran violentados, abusados o amenazados (sin desconocer que en otros casos era al contrario).

Estos riesgos predominan más en algunos grupos sociales que en otros, pero es necesario preguntarnos ¿cuál de ellos está o puede estar presente en nuestro hogar? Con el propósito de hacerle frente y adoptar las medidas que sean necesarias para que el confinamiento no se convierta en una fuente de estrés tóxico, sino que al contrario, sea oportunidad de afianzar el desarrollo y las estructuras cerebrales. Me centraré en 2 grandes propuestas:

La primera consiste en proponernos todos los días consolidar relaciones en casa caracterizadas por ser: recíprocas, receptivas, estables, previsibles, afectuosas y motivantes. Esto se enmarca en establecer vínculos favorables que permitan generar confianza, fomentar sentimientos de seguridad e incentivar la exploración del entorno que los rodea. Estas características se ven reflejadas en la forma en que nos comunicamos, la manera en que definimos rutinas, la respuesta que damos a las necesidades de los bebés, los mecanismos utilizados para acompañar los comportamientos inapropiados, entre otras.

La segunda estrategia, se centra en comprender y responder a las características de desarrollo de los niños y niñas de acuerdo a su edad. Este reto exige reconocer que, de acuerdo a su edad, ellos tienen necesidades particulares:

  • Físicas: Tienen que ver con establecer hábitos saludables de alimentación, sueño, incentivar las rutinas de auto-cuidado como lavado de manos, dientes, baño, visita al médico, entre otras. Además, contempla las necesidades de movimiento del cuerpo (saltar, correr, caminar, rolar, etc.).
  • Emocionales: Implica reconocer los sentimientos de los niños y niñas, acompañarlos a identificarlos, invitarlos a expresarlos y tramitarlos. Otro elemento importante que influye en el desarrollo emocional son los estilos de autoridad o pautas de crianza utilizados en casa; se sabe que el uso inadecuado de ellos durante la infancia se relaciona con factores de riesgo o problemas socio-afectivos.
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  • Cognoscitivas: Comprenden los procesos mentales, la codificación de información, el aprendizaje y la motivación por el conocimiento. Dentro de este aspecto, el juego cumple un papel primordial, pues es su forma de aprendizaje natural; así que los espacios de vida de los niños y niñas deben estar llenos de juego.
  • Sociales: El vínculo representa el aspecto más importante en esta área. Nuestra relación con nuestros bebés y las dinámicas familiares son el modelo de relación que los niños y niñas apropian.
  • Espirituales: De acuerdo a las creencias de cada familia, es importante reconocer este aspecto y afianzarlo desde la primera infancia.

Concluyo que a pesar de las circunstancias actuales, como cuidadores de la primera infancia debemos tener claridad en que el desarrollo de los niños y niñas no puede poner en “pausa”, independientemente si están en clases virtuales, si continúan en el jardín o si los estamos acompañando en casa.

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