¿Qué pasaría si alguien te dice que tiene la clave para impulsar el desarrollo de niños(as) felices, autónomos, seguros, creativos, reflexivos, éticos, empáticos, amorosos, inteligentes…? Muchas familias buscan esas respuestas y los sectores comerciales lo saben. Por eso, diariamente nos llegan menajes publicitarios que ofrecen alimentos, juegos, productos y experiencias para “formar niños felices y sanos”. Nada más alejado de la realidad; consolidar infancias sanas y felices sólo es posible estableciendo un vínculo adecuado, un apego sano y una relación apropiada con los(as) cuidadores principales.
El vínculo es el tipo de relaciones que establece un bebé con sus cuidadores desde la gestación. Al respecto existen numerosos referentes teóricos y empíricos; por temas informativos, su principal exponente es Jhon Bowlby, quien desarrolló la teoría del apego, la cual plantea que los padres y madres que establecieron una relación positiva de apego con los niños y niñas, construyen bases seguras para que ellos puedan explorar su entorno. Por ejemplo, un niño con apego seguro, confía que su cuidador estará presente en los momentos que lo necesite.
Pero, ¿qué significa eso en términos prácticos? Un apego seguro se relaciona con:
- Brindar un cuidado sensible y receptivo hacia el bebé.
- Padres y madres que tiene un grado de reacción alto y apropiado a las necesidades de sus hijos. Identifica las señales que el bebé emite, las interpreta y responde de manera apropiada.
- Interacciones recíprocas, es decir, en doble dirección.
- Respuestas constantes, previsibles y oportunas.
- Ambientes afectuosos.
- Cuidadores que se ponen en el lugar de sus hijos (que ven el mundo con los “ojos” de la infancia).
Por el contrario, contextos de incertidumbre, inestabilidad, maltrato, amenazas, negligencia y/o ambientes poco estimulantes, contribuyen al establecimiento de apegos inadecuados, los cuales afectan el desarrollo de la arquitectura cerebral de manera perdurable.
De esta manera, la construcción de vínculos adecuados posibilita alcanzar 2 grandes retos de la crianza: en primer lugar, aportar en la consolidación de una estructura cerebral sólida que le permite a los niños y niñas enfrentar los desafíos sociales, físicos, emocionales y cognoscitivos que este mundo implica; y en segundo lugar, funciona como una herramienta que le informa a los niños cómo serán tratados cuando sientan rabia, tristeza, frustración, miedo, alegría y todas aquellas emociones y necesidades que experimenten. Este indicador, a futuro será replicado en sus relaciones personales y sociales.
Llevar estos aprendizajes y reflexiones a la cotidianidad en casa, implica que observemos los 6 puntos anteriores de manera cuidadosa y crítica en los espacios y momentos de interacción con nuestros hijos e hijas, tales como:
- Hora de comida.
- Rutina de sueño.
- Rutinas de limpieza: baño, dientes, manos, etc.
- El juego.
- Expresión y manejo de emociones.
- Acompañamiento a pataletas.
- Manejo de normas y reglas.
- Establecimiento de acuerdos.
- Salidas de casa.
- Visitas al médico.
- Entre otras.
Consolidar vínculos adecuados es una apuesta efectiva para construir sociedades democráticas, más empáticas, que funcionen bajo miradas éticas donde se respete la vida, la diferencia y se construya una comunidad sin odios ni violencias.
Pensar en este tema debe llevarnos a cuestionarnos: ¿qué tengo yo para dar?, ¿cuál es mi historia y cómo influye en mis relaciones actuales?, ¿cuáles son mis frustraciones y/o mis expectativas?, ¿cómo funcionan las relaciones en mi familia? Sin duda, sólo podemos entregar de lo que tenemos. Soy una convencida que las personas que nos rodean son ese pretexto para movilizarnos, cuestionarnos, observarnos y exigirnos a ser mejores personas cada día.